Repico (1187), Cruceta (1171) y lobera de Barrón

06.06.2020

Punto de partida: Osma

Tiempo: 3 horas (ida)
Dificultad: Media
Desnivel: 114 metros

Repico. El recorrido parte de la localidad de Osma, en la carretera a Bilbao por Orduña. Accedemos en coche por una carretera sinuosa de gran desnivel, hasta la torreta de telefonía. Desandamos la carretera hasta la torre más baja •1•. En la primera curva tomamos el camino que nos lleva a una charca bajo un grupo de hayas, en dirección NE. Continuamos entre pinos, por un tramo claramente marcado por rodadas de vehículo. Al llegar al alto (1128m) •2• el camino se desvía descendiendo en dirección E, por un bosque mixto de pinos y hayas. Salimos al claro de la sierra, en un lugar con grandes hayas, muchas de ellas destruidas a causa de las tormentas. 

Llegamos a un lugar en que nuestro camino se divide, frente a un pino. Hacia la derecha, dirección SE, bordeamos un montículo de roca continuamos, divisando ahora el valle de Kuartango. Pasamos entre enebros y grandes espinos albares, por el alto de la sierra. Merece la pena acercarse hasta el cortado para disfrutar de una mejor vista de la sierras de Badaya y del Gorbeia. Llegamos a la campa de Nabazua •3•. A la derecha divisamos ya el punto geodésico ue marca la cumbre de Repico. Seguimos el camino que bordea la campa hacia la derecha. En la primera curva nos desviamos del camino para continuar campo a través en la misma dirección hasta un hito de piedras.

Seguimos por una senda poco marcada hacia un picacho que divisamos en lo alto. Pasamos junto a un gran haya seca y un antiguo cierre para el ganado. Desde lo alto del picacho descubrimos las cumbres de Valdegovía y los campos de Losa. Tomamos la senda de la izquierda para bordear el picacho; caminamos por la cresta hasta la cima de Repico (1187) •4•, punto más alto de la sierra de Arkamu. Muy cerca de la cumbre descubriremos la cueva de Repico, excelente refugio en caso de tormenta.

Cruceta. Regresamos a las campas de Nabazua para situarnos junto al pozo Portillo. Seguimos dirección E para tomar un camino hacia el sur hasta un pozo poco caudaloso. Vamos perdiendo altura hasta pasar por la izquierda de la boca de Cueva Molina •6•. Allí, abandonamos la pista para ascender sin sendero definido por la ladera de Cruceta (1187) •7•, en cuya cima encontramos un monolito de piedras. Hacia la Lobera de Barrón. Comenzamos a descender en dirección sureste. Pronto encontraemos un camino que sigue nuestra marcha hasta una pared, construida en 1885, como separación de los montes de Guinea y Barrón •8•. seguimos por una zona de brezo y helechos, dejando a la derecha un alto llamado Peña Alta •9•. Sin variar la dirección, unos minutos más adelante nos encontramos con el foso de la lobera de Barrón, en cuyo interior crece un fresno •10•. por el alto de la sierra. Merece la pena acercarse hasta el cortado para disfrutar de una mejor vista de la sierras de Badaya y del Gorbeia. Llegamos a la campa de Nabazua •3•. A la derecha divisamos ya el punto geodésico ue marca la cumbre de 

Repico. Seguimos el camino que bordea la campa hacia la derecha. En la primera curva nos desviamos del Tierra de lobos La sierra de Arkamo, de abundante pasto, siempre ha sido poblada por ganaderos que, por el contrario, veían en el lobo al mayor de sus enemigos. Algo parecido ocurría en las sierras cercanas de Gibijo y Salbada. Hoy en día se mantienen restos de loberas en los montes de Barrón, Gibijo, Monte Santiago y Fontanillas. La de Barrón se encuentra en mejor estado, ya que, a pesar de que la de Monte Santiago fue restaurada, no se llevó a cabo con demasiado acierto, al haber eliminado el remate de los muros. Para la construcción de la lobera de Barrón se levantaron dos paredes de tres metros de altura y 301 metros de largo, rematadas en su parte superior por piedras sobresalientes que impedían que el animal escapara por encima. Los muros convergen sin llegar a cerrarse en un punto en el que se excavó un foso de 4 metros. De esta manera el lobo, que era conducido hasta ese punto, caía al foso creyendo encontrarse en la salida. Merece la pena acercarse hasta el foso, en cuyo interior crece un fresno.

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